“Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” [Lc 6, 36]
El Papa Francisco pide a la Iglesia vivir la Misericordia y para ello nos
invita a todos los cristianos, y a todas las personas de buena voluntad a practicar esta virtud con una mayor intensidad en el nuevo AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA.
Nos
dice el Cardenal Walter Kasper: “La misericordia es un tema imperdonablemente
olvidado” (cfr. W.K. “La
misericordia”), tal vez porque pensamos que esto es algo anticuado, de otra
época. En un mundo ‘moderno,
desarrollado, tecnológico, progresista’,…
¿se puede ser misericordioso?
¿Cómo entendemos la misericordia? Si buscamos su definición vemos que es algo
muy sencillo. La palabra está compuesta por “miseri”: los pobres, los necesitados y también por la palabra “cor, cordis”: el corazón. Viene a significar algo tan simple como tener el
corazón cercano a los “miseri”, a los necesitados.
Comprendido el significado, ¿a que es hermosa la
palabra?. Pues, del dicho al hecho, ahora se trata de practicar la
misericordia, y eso es lo que nos dice Jesús: Sed
misericordiosos, tened el corazón cerca de los que sufren:
pobres, enfermos, ancianos, inmigrantes, discapacitados,…
La misericordia supera a la justicia, va más allá de
esta última. La justicia es necesaria y debemos trabajar por un mundo más
justo, pero estamos invitados a ir más allá, a ser cercanos a los que nos necesitan, a darles amistad y
cariño. Sin embargo, ¡¡cuánto nos cuesta
esta hermosa tarea!!. Tampoco nos
podemos limitar a tener ‘lástima’. La
misericordia es fuente inagotable de amor a los demás, especialmente a los que
sufren por algún motivo. Hay que buscar soluciones positivas y concretas a los
problemas, por supuesto, pero pongamos el amor por encima de todo.
Definir a Dios es algo difícil. Jesús nos acerca a
Él diciéndonos que seamos misericordiosos como nuestro Padre es
misericordioso. Dios
es misericordioso, es amor
y ternura hacia los seres humanos, especialmente los que sufren. Nosotros, como
hijos suyos, estamos invitados a serlo también.
El progreso, la ciencia, el arte,… todo es bueno,
siempre y cuando tengamos misericordia, un corazón cercano a todos, especialmente
a los más débiles. Si nuestro corazón se ha vuelto frío y duro, ¿de qué nos
vale lo que tenemos?. A los ojos de Dios lo importante son los tesoros del
corazón, lo que brota de nuestro interior.
ORACIÓN:
Ayúdanos Señor, a tener un corazón misericordioso, un corazón humano y cercano
sobre todo a los que más puedan necesitarnos. Arranca de nosotros el corazón
duro y frío, el corazón de piedra que muchas veces tenemos cuando olvidamos a
quienes lo pasan mal. Que veamos a Dios
como un Padre misericordioso, cuyo corazón está cerca de la humanidad,
especialmente de la humanidad dolorida.
Que también nosotros seamos misericordiosos como Él, amando y sirviendo
a quien nos necesite en el camino de la vida. Amén. Así sea.
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